27 diciembre 2005

Confesiones de un payaso

Lo diré directamente: apoyo a Michelle Bachelet para la segunda vuelta. Ya pueden sacar sus cinceles y esculpir en mi frente la palabra traidor, y poner mi foto en los anaqueles del movimiento popular junto con el “Fanta”. Manuel Guerrero hijo se ha entregado, fácilmente, sin que se lo pidieran, nos ha dado la espalda ensuciando la memoria de su padre. Quemen mis escritos en la plaza pública, machaquen mis manos para no poder tocar nunca más guitarra junto con Michelle, borren mi apellido porque no lo merezco, cancelen mi nombre de pila, pues mi padre, abuelo y bisabuelo, todos revolucionarios, se llamaban Manuel. Quítenme a mis hijas, porque ya no represento al hombre nuevo.

El tribunal de la historia se ha pronunciado: “De lo que podemos estar orgullosos los seguidores del Juntos Podemos es haber levantado un programa que involucra a la mayoría del pueblo chileno, muchos desgraciadamente factores han impedido que esto se vea reflejado en esta reciente elección, pero sin duda para nosotros se instaló la idea de soñar con los pies en la tierra, ya se sembró la semilla que tarde o temprano fructificará, porque estamos seguros de que tenemos la razón porque estamos y seguiremos estando orgullosos de nuestro pasado y sus luchas, porque jamás olvidaremos a nuestros héroes. Y en lo personal estoy seguro de que Manuel jamás estaría en las posiciones actuales de su hijo, lo que debemos hacer es para siempre dejar de ser los tontos útiles para salvar no sé qué. El PC levantó una posición de solicitud que en nada acarrea agua para su lado pero si la acarrea para donde está la mayoría de los pobres y desamparados del país, para conservar nuestra naturaleza, para que los viejos se mueran al menos con dos chauchas más. Insisto nuestros héroes jamás se entregarían tan fácil como Manuel hijo. Ramón Núñez, DDHH”.

Pero, ¿qué sabes de mí y de mi padre, de nuestras resistencias y luchas diarias y permanentes? Te tomas muy a la ligera el derecho a enjuiciar a otros. Me siento absolutamente orgulloso de la lucha que ha llevado adelante el Partido Comunista, porque soy parte de esa lucha. Hablas de mi padre como un héroe que sería traicionado por su hijo por llamar a no anular. Probablemente eso te deje enormemente tranquilo: debes estar lleno, rodeado, de héroes, de mártires que te inspiran a enjuiciar a otros. Pero resulta que para mí no es sólo un héroe, sino mi padre ausente. Estuve preso junto con él a los seis años; viví mi infancia en el exilio con él viendo cómo saltaba en las noches entre gritos por la tortura que le aplicaron defendiendo su organización; pasé meses sin verlo por sus viajes llamando y organizando la solidaridad; me despedí de él en España en 1982 cuando decidió volver al país, a sabiendas que lo iban a matar; regresé a él en Santiago y volví a vivir la clandestinidad junto con él, acompañándolo a la formación del Movimiento Democrático Popular y la Agech; lo secuestraron a tres metros de mí, en mi colegio, y luego lo vi torturado y degollado; crecí haciendo denuncias semana a semana para que hubiera justicia, cosa que no he parado de hacer hasta hoy en todos los medios a que tengo acceso. A los quince años la CNI me tomó y me dio una golpiza quebrándome la nariz para que parara las denuncias...

En fin: ¿Quién eres tú para evaluarme? ¿Quién eres tú para elevar a mi padre a calidad de héroe, como si fuera una figura de bronce, que pertenece a un museo? ¿Qué vas a hacer mañana, el próximo año, en diez años más para que se haga justicia por mi padre ejecutado? Yo estaré, como he estado, en todos los frentes haciendo lo que corresponde, aun al costo de tener que soportar condenas superficiales y vulgares como la que me envías por el hecho de ejercer mi autonomía de decisión. ¿Crees que el llamado que estoy haciendo es un juego de niños? Corresponde a un análisis frío de la realidad, precisamente porque el 2006 tendremos un mejor escenario para que no suelten a los pocos responsables de crímenes de lesa humanidad condenados, con Bachelet que con Sebastián Piñera, pues al menos podremos ir donde ella para hacerle presente que se trata de su generación que se sacrificó por la democracia, haciendo fuerza para detener la rebaja de penas y que se avance en la resolución, con verdad, justicia y reparación, en todos los casos de violaciones de los derechos humanos. Y si lo miras desde un punto de vista regional, qué distinto es tener a una Presidenta socialista junto con los demás presidentes progresistas que ya han surgido en América del Sur, que dejar que la derecha pinochetista sume, al poder económico que ya ostenta, el Ejecutivo.

Pero me condenas y resulta que no sabes nada de mí, y menos de mi padre, de sus enseñanzas comunistas de política de alianzas, de juntar fuerzas y no quedarse jamás al margen, de sumar y no andar mirándose el ombligo. Creo que la petición que ha hecho el Partido Comunista es absolutamente justa y correcta. Jamás me opondría a ella. Trabajé firme por los candidatos del Podemos como Eduardo Contreras, ejemplo de coraje, profesionalismo y tolerancia en el trabajo por los derechos humanos. Y trabajaré firme para que seamos más los que estemos en la defensa y promoción de estos últimos, y no solo los familiares, como me ha tocado conocer. Creo en la vocación democrática de una gran izquierda, en la que quepan comunistas, socialistas e independientes y todas las sensibilidades e imaginarios que existan para mejorar, de forma concreta, y jamás empeorar las condiciones del pueblo de Chile.

Creo firmemente en cada una de las intervenciones que hago en todas partes. Las seguiré haciendo, sin ánimo de ser héroe, objetivo que no aporta en nada y que jamás ha debido formar parte de la cultura de izquierda, sino sólo consuelo de quienes para actuar necesitan destacarse a partir de la descalificación del otro. Busca mejores argumentos para sumar a tu posición, que dedicarte a denostar a los demás. El Partido Comunista de Chile y la izquierda históricamente han sido constructivos; lo demuestra la posición que ha adoptado en esta segunda vuelta, que es un tremendo avance, y que es el camino que hay que seguir para romper la exclusión, la victimización. No necesitamos héroes ni mártires, sino actores que luchan, desde la pluralidad de formas de lucha que se pueden dar. Sumar, no restar: es lo que vi en mi padre y su generación, y es lo que no veo en la condena que me envías.
No sólo debemos llenarnos de orgullo al levantar un programa como el Podemos. Debemos sentir la urgencia de reflexionar y hacer las cosas de tal modo que no sólo 7% nos apoye en esa tarea, y que el candidato popular no sea el de la ultraderecha. Aún hay muy poco para sentirse orgullosos: nos quedan la mayoría de nuestros compañeros detenidos desaparecidos, la juventud popular colmada en el narcotráfico y el consumo, los trabajadores del sector servicios hiperexplotados, y un largo etcétera. La lucha de la izquierda no es testimonial, debe ser efectiva, debe lograr hacer que las cosas se hagan. Busca un mejor blanco para elegir enemigos contra los cuales luchar. Se debe soñar, pero a condición de tomar las medidas que permitan que esos sueños se hagan realidad, buscando aliados aunque sea por un día, como lo enseñó alguien que inició la primera revolución de los trabajadores en el planeta. Pero tal vez eso ya lo has olvidado, porque estás más preocupado de mi padre héroe, que de su hijo luchador que no teme tomar riesgos, pero que está vivo para tomarlos por él.

Si has pasado por la represión, si le conoces la mano a nuestros enemigos tal como yo se las conozco y miles de chilenos más, resulta extraño que un compañero vivo utilice la memoria de otro compañero muerto para presionar a su hijo. Si consideras que estoy equivocado respecto de la segunda vuelta podrías haber elegido un mejor camino de enseñanza política que volverte mi verdugo, lanzándome el recuerdo de mi padre muerto en contra, que es lo que hacían nuestros victimarios. ¿Esa es la política de derechos humanos que promueves? ¿Volverte mi torturador psicológico porque en esta coyuntura pienso distinto de ti? Si mi padre, como dices con no sé qué autoridad, “jamás habría estado en las posiciones de su hijo”, lo máximo que hubiese hecho es conversar conmigo, argumentar, mostrarme la historia del movimiento obrero en eventos semejantes, me hubiera entregado algún libro o presentado un compañero para discutir e intercambiar ideas, y finalmente me hubiera dado una palmotada de hombre sabio, con un “luego verás que tenía razón”, aunque creo que en este trance me hubiera apoyado. Jamás me hubiera atormentado con la memoria de un muerto por las hordas fascistas. Jamás. Y yo tampoco lo haría con mi hijo ni con el hijo de cualquier persona.

Pena, angustia, rabia, impotencia me da haberte conocido hablando tan suelto de cuerpo sobre mi padre. Nuestra izquierda realmente ha de estar dañada para caer en esto... Sin embargo, estoy haciendo pública tu comunicación, para que la mayor cantidad de gente conozca tu posición. Yo te ayudaré en tu trabajo justiciero respecto de este payaso que se entrega tan fácil, payaso que no acepta sin embargo que le sigan poniendo la música para que haga su función de costumbre. Conmigo a la derecha sencillamente no, así de simple. Si puedes, te invito a nombre de los derechos humanos a pegarme un tiro en la calle por iluso y vendido, así tal vez reencuentre en otro espacio y dimensión el abrazo humano y no de héroe de mi padre que no termino de extrañar.


en diario La Nación

Respuesta al General (R) Rafael Villarroel por "Mesa Patria"


Con sorpresa y dolor he podido comprobar en la prensa matutina de este fin de semana de comienzos de octubre, que se me asocia falsamente a la constitución de una "Mesa Patria" o "Mesa de la Unidad Nacional" que tendría por objeto, en palabras del General (r) Rafael Villarroel, establecer que "nuestras instituciones armadas son inocentes y que los derechos humanos no son patrimonio de un grupo, sino de todos los chilenos".

Si bien agradezco infinatemente la disposición y entrega que tengan personeros de cualquier ámbito nacional para concretar actividades en que familiares de víctimas de la violencia política practicada en nuestro país en las décadas pasadas podamos entregar nuestro testimonio y ánimo de avanzar conjuntamente, con todos los sectores sin exclusión, en la construcción de un país en que el respeto y protección a la vida y los derechos humanos sean el piso desde el cual dialogar y cooperar, debo denunciar con indignación la instrumentalización de la que mi buena voluntad ha sido objeto por parte de las declaraciones del señalado General y de la organización que representa.

Esto, en tanto jamás he accedido a conformar una instancia que busque establecer la inocencia de las instituciones armadas en los casos de violaciones a los derechos humanos y terrorismo de estado en que participaron activamente funcionarios públicos de todas las ramas de la defensa nacional y civiles asociados a ellos.

¿Cómo podría suscribir o fomentar un espacio de ese tipo cuando mi padre fue secuestrado, torturado y finalmente degollado por funcionarios de Carabineros y dicha institución, como ocurrió con el Director General de Carabineros Rodolfo Stange, jamás ha reconocido su responsabilidad ni tampoco ha colaborado con la búsqueda de la verdad y la justicia? ¿Cómo podría exculpar de responsabilidad a la Marina si en 1976 fui torturado, a los seis años de edad –como lo constata el Informe Valech-, junto a mi madre y mi hermana en el Fuerte Silva Palma? ¿Cómo podría obviar que mi padre estuvo detenido desaparecido por meses en manos del temido Comando Conjunto, dirigido por la Fuerza Área, con la colaboración de agentes de todas las ramas de las Fuerzas Armadas? ¿Acaso se me pide que olvide a mis tíos detenidos-desaparacidos por parte de la DINA? General Villarroel, ¿cómo puede afirmar Usted la inocencia de las Fuerzas Armadas cuando el Estado chileno ha reconocido en documentos oficiales que se torturó a lo largo de todo el país en recintos de las instituciones que Usted quiere eximir de culpa? ¿Acaso no termina por comprender que la "Unidad Nacional" y la "Patria" no son conceptos vacíos que se utilizan al antojo, sino que están fracturados porque instituciones de todos los chilenos asesinaron a chilenos bajo el amparo del poder del Estado?

Yo seguiré abierto a conversar y a participar en cualquier instancia en que tenga la posibilidad de denunciar el exterminio, la masacre fríamente diseñada e implementada, con recursos humanos e infraestructura del Estado chileno, contra aquella parte de la población de Chile cuyo único pecado fue intentar construir una sociedad con justicia social y democracia, en la que los trabajadores y el pueblo tuvieran un rol protagónico como aún hoy no tienen.

No utilice nuestro dolor y entusiasmo verdaderamente patriótico para tratar de cambiar algo que la historia ya ha sancionado. No arrastre con ese interés a las nuevas generaciones de chilenos que dice representar. Asuma su responsabilidad, desmárquese de los asesinos, colabore con la justicia para que encontremos a todos los detenidos desaparecidos y ayúdenos a que los culpables de tanto crimen cumplan el castigo que se merecen, entre otras cosas por manchar con sangre chilena el uniforme de nuestras instituciones armadas. Sólo con verdad y justicia habrá nuevamente Patria y Unidad Nacional.

La cruzada de la mala hierba


Quizás lo que diga a continuación, motivado tanto por el documental "Actores Secundarios", como por las reacciones posteriores, pueda sonar un poco burdo y básico, pero me excuso en que se trata de una comunicación informal bastante íntima y algo autorreferente (todo testimonio lo es), y no un ensayo cuyos supuestos y operaciones requieran ser mayormente fundamentados.

Personalmente creo que la mala hierba nunca muere. Y parte de la mala hierba somos nosotros los “actores secundarios” (título del documental muy sugerente, más allá del contenido melancólico, del todo legítimo por lo demás, con el que a poco andar fue siendo llenado en la sala de edición). Para mí, el que la mayoría de aquellos que fuimos sigamos siendo, estemos vivos y cuerdos (cual más, cual menos) es todo un triunfo.

Como la mala hierba, a pesar de los pesares, no nos pudieron exterminar. Podríamos sospechar, como los autores alemanes que se lamentaban de que los nazis no les quemaron sus libros, de que esta sobrevivencia es un signo de que nos fue permitido, ex profeso, vivir. En tal caso, nuestra vida ya no sería nuestra, sino como le ocurrió a los delatores, viviríamos de prestado, funcionales máquinas sin libre albedrío. Replicantes, como en Blade Runner.

Con todo el tiempo que ha pasado no me siento que se me haya favorecido con el don de la sobrevivencia para ser un replicante. Sí, es verdad, hay gente que tiene cargos y negocios, y la transición ha sido su mina de oro, y en justicia (quizá) otros, más entregados y sacrificados a la causa, debieran estar ahí. No he sido invitado a esa fiesta, no pongo la música, pero tampoco –ay, dolor, porqué digo esto- me interesa.

Y claro, tengo que trabajar como bruto, desvivirme en la angustia por la salud de mis hijas, enrabiarme por las pequeñas injusticias cotidianas a que es (soy) sometido el vulgo, etc. Pero esa historia no es sólo mía, sino de toda mi familia por generaciones. “Mi gente” ha sido, durante dos siglos, explotada. Claro, mi bisabuelo era artesano zapatero, mi abuelo periodista autodidacta, mi padre profesor normalista, yo profesor universitario.

Pareciera que hay “movilidad social”, pero la verdad es que no. Sólo ha cambiado la escala, y yo, respecto de quienes están en el cinco por ciento superior de la distribución del ingreso en Chile, sigo siendo un proletario de mierda, que tiene que trabajar de sol a sol (en realidad de iluminación artificial a iluminación artificial) para poder comprarme ¡tres libros! al mes y asegurar mis condiciones materiales de existencia (comer, vestirme, dormir).

No conozco otra vida. No me enorgullece para nada (no ando con casco de obrero ni overol para saber que soy tal), pero eso es lo que soy, eso fue mi viejo, su padre y su abuelo. Es un dato de la causa, nada más. Pero tampoco nada menos. Y todavía tengo el bichito de que esto no tiene porqué seguir así. Por todo el oro del mundo no quiero que mis tres hijas tengan que trabajar catorce horas diarias para tratar de vivir decentemente. Es más, para mí mismo no quiero esta realidad de no tener tiempo para tomarme MI tiempo.

Tampoco quiero que el esfuerzo de mis antepasados, de darme herramientas de lo que antiguamente llamábamos “conciencia de clase”, quede a medio camino. Me sigo preparando, leyendo, discutiendo, haciendo flexiones y saliendo a trotar (¡en serio!) para cuando sea necesario. Y gasto lo que consigo con el sudor de mi frente en conciertos, discos, libros, viajes al sur, etc., porque también nos pertenece lo que la humanidad produce.

A mi hija mayor no le canto “A las barricadas”, pero escuchamos Molotov, nos conmovemos con Manu Chao y Bersuit Bergarabat, y discutimos sobre la puesta en escena de Kraftwerk o lo fome que fueron los Chemical Brothers. Le pido que me acompañe a despedir los restos de Luis Advis y le explico su aporte a la música docta chilena al hacer una cantata para los trabajadores del norte. Y creo que no sabe mucho sobre Karl Marx, pero sí tiene claro que la ciudad de Santiago está pésimamente diseñada, que hay especies en extinción, que la danza no tiene recursos suficientes para proyectarse, que a los mapucheperuanosbolivianoscoreanosychilenosensuecia se les quiere hacer desaparecer pues son diferentes y delatan, con su sola existencia, todo lo que se llevan los dueños de los diariosradioscanalesempresasarmasdrogasuniversidadesyprostitucióninfantil. En fin, a sus doce años la tiene bastante clara: que si no trabajamos nos vamos al coño, mientras otros se soban la guatita y van a la nievedesiertolagunasanrafaeleisladepascua.

¿Y no era de eso de lo que se trataba, hermanos y hermanas? Más allá o acá de la democratización de los centros de alumnos, de lo entretenido que es para cualquier generación tomarse su liceo y encerrar a los profes, más allá de lo que sentimos y gozamos haciendo lo que hicimos. Quizás suene feo y burdo (lo advertí): siempre se trató de lucha de clases. Al menos para una parte importante del movimiento social del que formamos parte. Y esa causa no ha sido derrotada, pues el problema se mantiene tal cual ¿o alguno de ustedes pertenece al dos porciento superior del ingreso de este país? Da lo mismo el formato, la bandera, la edad, el gurú de turno, etc. El problema es el mismo, y nosotros también, a pesar de los pesares y de que ahora no andemos con el morral sino, algunos, con la Palm o conectados, en este momento, al ciberespacio, desde donde les mando un fuerte y cariñoso abrazo, de mucho ánimo y alegría, porque aún hay mucho que hacer y todos están bienvenidos a la cruzada de la mala hierba que nunca muere (porque para que muera tendría que morir el sistema que la engendra, pero esa ya es harina de otro costal).

24 noviembre 2005

Las manos sucias


Vivir el horror y seguir, sin embargo, enamorados de la vida no es un ejercicio fácil. Que seres humanos normales, a nombre del libre mercado u otra consigna, hayan sido capaces de diseñar e implementar, con recursos del Estado, toda una maquinaria de guerra para torturar, ejecutar y hacer desaparecer personas en forma sistemática, facilita que cualquiera que haya sido tocado por tal acontecimiento pierda la confianza en la condición humana. Más aún cuando, ya documentados los hechos, sus autores intelectuales y ejecutores no tengan el mínimo decoro de asumir sus responsabilidades éticas, políticas y penales.

No obstante, los hijos del exterminio en vez de desfallecer, crecimos, cual mandrágora, desbordados por la humanidad y el coraje que tuvieron nuestros padres en el intento de construir una sociedad más justa, fraterna y plural. Podríamos haber optado, legítimamente, por dar rienda suelta a nuestra sed de justicia por nuestras propias manos. Pero no. Frente a aquellos hombres y mujeres, de ayer y de hoy, que están convencidos que la autoridad para ejercer el poder político se consigue mediante el uso del terror o el dinero, quienes estamos por proteger y cultivar el amor a la vida porque conocimos de cerca la muerte, elegimos el camino más difícil de con-vencer y no vencer, de juntar mayorías conscientes y no rebaños, de abrir la posibilidad al debate participativo y no a la saturación mediática insulsa y manipuladora. Porque para eso conquistamos, con sacrificio, la democracia, como un espacio desde el cual promover, como su centro y motor, el respeto a los Derechos Humanos con justicia social.

En este contexto, resulta tremendamente significativo que en la actual carrera presidencial Chile cuente con dos candidatos que, desde sus particulares identidades e historias, evidencian que la voluntad de vida puede más que la de muerte. Tomás Hirsch es el primer candidato presidencial judío en Chile. Su padre logró escapar de un campo de trabajos forzados en Alemania y su madre llegó a Chile huyendo de la persecución nazi. Gran parte de la familia de Tomás, por el lado materno, fue exterminada. Michelle Bachelet es sobreviviente de la tortura practicada en Villa Grimaldi, de la prisión política en el campo de concentración Cuatro Álamos y el exilio. Michelle es hija de un General constitucionalista asesinado por la dictadura militar de Pinochet y la derecha chilena.

Elevándose por sobre estas vivencias traumáticas, Hirsch abrazó el ideal del nuevo humanismo, siendo un gran promotor de la diversidad y la tolerancia en nuestro país. Bachelet, por su parte, formó parte activa de la lucha contra la dictadura y la democracia, desde su labor de médico pediatra en la Fundación de Protección a la Infancia dañada por los Estados de Emergencia. Fuimos muchos los niños y niñas, hijos e hijas de luchadores sociales presos, ejecutados o desaparecidos que fuimos atendidos por la Dra. Bachelet. Ahí pudimos conocer su trato cálido y respetuoso, que sirvió de colchón afectivo para esa infancia afectada por trastornos en el área de la salud física y mental, y con serias dificultades en la satisfacción de las necesidades básicas de sobrevivencia.

Que una parte importante de la ciudadanía chilena haya sacado adelante la candidatura de Tomás Hirsch y Michelle Bachelet, es síntoma de que ellos representan una voluntad social pujante que desea avanzar, de forma más rápida efectiva, hacia la construcción de una sociedad más diversa, de condena a toda forma de terror y discriminación, sea por género, identidad sexual, raza, nacionalidad, edad, origen socioeconómico, étnico, geográfico, credo religioso o filosófico político.

No se puede afirmar lo mismo respecto de los candidatos Piñera y Lavín, que tienen las manos sucias, pues colaboraron activamente o se enriquecieron precisamente durante aquel régimen que, por la brutalidad de sus principios y acciones, puso en serios aprietos nuestra capacidad de confiar en la humanidad. Pero el amor es más fuerte.

19 noviembre 2005

El dolor de Francisco Javier Cuadra

En su discurso de despedida al cargo de Rector de una conocida universidad privada chilena, el otrora vocero de la dictadura militar, Francisco Javier Cuadra, inscribió su experiencia de renuncia a su posición directiva al interior de una virtual tragedia griega. En dicha narración, Cuadra se autoerige como héroe incomprendido, como víctima de las circunstancias, como un Prometeo encadenado por la furia de quienes no están a su altura de hombre excepcional, pero humano, demasiado humano.

Así, en un par de frases diligentemente difundidas por los principales medios de comunicación del país, el heraldo de la dictadura transformó las legítimas demandas del cuerpo académico y los estudiantes de la Universidad Diego Portales, que exigieron la cesación del ejercicio de su cargo por su vinculación confesa con el encubrimiento de crímenes de lesa humanidad, en un rito revanchista, a través del cual se descargan las culpas colectivas sobre "un inocente en medio de clamores de venganza y de la búsqueda de purificación a través del sacrificio de uno de sus miembros".

Por los diarios y la televisión pudimos ver a un Francisco Javier Cuadra dolido, comprensivo, empático. De la misma boca que en la segunda mitad de los años ochenta salieron repetidas palabras y mensajes que manipularon a la opinión pública, confundiéndola respecto de los verdaderos responsables de los crímenes que cometían agentes armados del Estado chileno contra connacionales indefensos, ahora afloraron contenidos de clamor por el reencuentro nacional, a través de la igualación de experiencias traumáticas: "Siento que quizás el temor, la angustia, la impotencia y el cerco de la discriminación y exclusión que he sentido en estos días por el trato que he recibido, pudieran ser espejo lejano pero hiriente del sufrimiento injusto que muchos padecieron durante el gobierno del que fui funcionario. Cambian los nombres y las circunstancias, pero el abuso humano es el mismo".

Debe ser un gran avance para la reconciliación nacional que un personero tan destacado de la dictadura se declare tan comprensivo con quienes vivieron el exterminio que él mismo fomentó, ayudó a implementar y amparó. Y quienes fuimos objeto de sus acciones y omisiones -hijos de prisioneros políticos, ejecutados y detenidos desaparecidos-, debiéramos sentirnos unidos a Francisco Javier Cuadra, por el lazo que otorga el compartir el mismo "temor", "angustia", "impotencia" y "sufrimiento injusto". Su causa, es su mensaje, es la nuestra, pues hay "equivalencia" e "igualdad de condición" en el dolor.

A fines del año 1984, cuando ya ejercías como ministro portavoz de la dictadura, el Ministerio del Interior decretó el Estado de Sitio -¿recuerdas, cancelación de las libertades civiles básicas, como libertad de reunión, de prensa, y un largo etcétera?-, y a mi casa llegaron, de noche, civiles armados buscando a papá. Tenía catorce años y me mostraron -aun lo conservo, por si la quieres para tu archivo de cultura clásica-, el decreto del Ministerio del Interior firmado por Sergio Onofre Jarpa, en el que dice, sin mayor preámbulo, que mi padre -profesor normalista-, debía ser arrestado, interrogado durante el tiempo que fuera necesario, y luego expulsado del país junto al dirigente opositor Jaime Insunza. Todo ello, eso dice el membrete, anombre del Presidente del República, de quien tú eras vocero. Mi padre en ese momento no estaba en casa y desde ese momento tuve que aprender a mentir acerca de su paradero. Esa misma noche mamá me pidió que rompiéramos y botáramos todas las cartas que papá nos había escrito alguna vez, con poemas y dibujos mágicos, y que hiciéramos desaparecer las fotos, pues esto ya les había ocurrido en 1976 cuando papá estuvo en manos del Comando Conjunto. Así es que hoy no conservo ninguna carta de papá y sólo tengo escasas fotos en las que aparezco junto a él. Papá se escondió, tuvo que dejar de dar clases en su liceo en Conchalí y no lo volví a ver, tras muchas semanas, hasta el año nuevo. En esa oportunidad llegó, de forma imprevista, al interior de la maletera de un auto para que no lo identificaran en la calle. Compartió con la familia un par de horas y luego se fue por un par de meses más. No hubo cargos en su contra, no hubo Tribunales de Justicia que lo ampararan, no pudo ejercer sus derechos.

En marzo de 1985, tú seguías en el equipo político en La Moneda, el Gobierno levantó el Estado de Sitio. Ello permitió que papá pudiera volver a trabajar, pues supongo que no creerás que el "oro de Moscú" nos mantenía alimentados a mi hermana y a mí, y que eran los "cubanos" los que pagaban el gas para el calefón de casa o mis clases de guitarra clásica en el conservatorio. Durante meses comimos porotos, tomamos té y nos bañamos muchas veces con agua fría. Pero, disculpa, todo eso es muy menor a lo que a te ha ocurrido, y muy poco helénico. Papá volvió a sus clases y a sus actividades de dirigente gremial, hasta que -supongo no lo habrás olvidado, pues seguías de vocero de Gobierno- lo secuestraron de las puertas de mi colegio y al día siguiente apareció degollado con su cuerpo torturado. ¿Y qué dijiste a la opinión pública? Lo mismo que en el caso del Pepe Carrasco: purgas entre comunistas. ¿Recuerdas al general Mendoza? Si trabajaste para y con él. Bueno, fueron Carabineros y agentes civiles de la Dicomcar los que nos hicieron todo esto.

Pero, Francisco Javier, te comprendo, los académicos y estudiantes de la Universidad Diego Portales son equivalentes a los asesinos de mi padre. El trato que te han dado, escribir una carta firmada, debe ser muy doloroso. ¿Te enseño a redactar un recurso de amparo? ¿Te pongo en contacto con un psicólogo del Instituto Latinoamericano de Salud Mental y Derechos Humanos para que te ayuden a hacer el duelo? Ahora que tienes más tiempo, quizá podamos ir a terapia juntos.