23 noviembre 2007

¿Existe democracia en Cuba?

A propósito de la columna que publiqué en el diario electrónico chileno, El Mostrador, llamada "La flecha roja y Cuba", que trataba sobre una declaración de un grupo de dirigentes de base demócrata cristianos que llamaba a respetar la libre autodeterminación de los pueblos, y en tal sentido, a buscar una integración latinamericana sobre la base del respeto a los sistemas políticos diversos que poseen los países de América del Sur y el Caribe, surgieron interesantes comentarios en el blog sobre la preocupación por los derechos humanos en la isla.

Esta preocupación manifestada por varios visitantes de este blog la considero del todo legítima, pues la temática de los derechos humanos, para quienes nos identificamos con ella, no admite fronteras territoriales ni ideológicas, y por lo tanto cualquier sociedad puede ser sometida a crítica, respetando desde luego precisamente la declaración de derechos humanos que ya están contenidos en los instrumentos internacionales de Naciones Unidas, cuyo primer artículo dice relación con la soberanía y la libre determinación de los pueblos.

En mi caso he tenido la oportunidad de estar dos veces en Cuba, en calidad de ponente al Encuentro Internacional sobre Globalización y Problemas de Desarrollo que organiza la Anec, la Asociación de Economistas de Cuba. En tal Encuentro participan cientistas sociales de muchos países y de concepciones sobre el desarrollo muy disímiles. Entre otros participan profesionales del Banco Mundial, académicos europeos y norteamericanos, y por supuesto intelectuales latinoamericanos y del caribe. En mi caso participé junto al economista chileno Orlando Caputto.

Mi visita sin embargo ha estado acotada a estos días de Encuentro, lo que implica que no he tenido mayor oportunidad de compartir la vida cotidiana. Evidentemente me dí el tiempo para visitar la hermosísima Habana Vieja, recorrer un tramo del Malecón. Con Orlando también tomamos una "guagua", como le llaman al transporte público, a una hora pic -seis, siete de la tarde-, y ahí aprovechamos de conversar con algunos cubanos, pero evidentemente tengo una visión muy parcial. También pude visitar una localidad un poco alejada de La Habana, San Cristóbal, en el que conocí un hospital con cuyos profesionales compartí las experiencias del sistema de salud (privado) en Chile, y pude comprobar el tremendo compromiso que tienen aquellos médicos con su labor, desde un punto de vista muy humanista: en una de las salas, dedicada al diálisis -que en cualquier país es carísimo-, una persona estaba siendo dializada. Era una retrasada mental terminal, y que sin embarga recibía el servicio de muy alto costo enforma gratuita, como cualquier otra persona. En Chile he visto exactamente lo contrario con las personas con discapacidad mental: en la mayoría de los casos son dejados a la suerte de Dios, como los animales, y solo la elite puede costear algún que otro tratamiento.

No obstante la situación política propiamente tal no tuve la oportunidad de conocerla directamente, pues en ambas ocasiones estuve no más que los cuatro o cinco días que duraba el Encuentro. Excepto una visita que pude realizar a la finalización de una capacitación de inspectores de la locomoción colectiva, en la que pude intervenir pues había interés en conocer, de primera fuente, la situación de los derechos humanos en la ya advenida democracia chilena. La población cubana, en general, es tremendamente informada sobre lo que ocurre en los demás países, sus historias, grandes personajes, mucho más de lo que un ciudadano medio conoce en Chile. Incluso los niños manejan una gran cantidad de información que harían palidecer a muchísimos adultos chilenos. Con cualquier persona que pude conversar se notaba inmediatamente un alto nivel educacional, un tremendo bagaje cultural, incluyendo a las personas que trabajan en el sector servicios.

En este caso, en la capacitación de inspectores del transporte colectivo, personas en su mayoría sencillas, nos ocurrió algo muy emocionante. Había terminado mi intervención, y quien dirigía la actividad nos agradecía a Orlando y a mí el haber accedido a visitarlos, abandonando por algunas horas el Encuentro de Economistas y cientistas sociales. Ya nos disponíamos a irnos cuando una de las personas que estaba en el público -en el sentido que nosotros estábamos en la testera de la sala-, se levantó y consultó si podía invitar a su hija, que lo esperaba en el pasillo para irse con él a su casa. "Pero claro", le respondieron, "pero los compañeros chilenos ya hablaron", le dijeron, recordándole de este modo que ya nos teníamos que ir. "Es que mi hija viene de su clase de clarinete, y anda con su instrumento. Me encantaría que pudiera interpretarles algo". Con Orlando nos sentamos mirando asombrados la escena. "Bueno, por supuesto, ¿usted cree que ella quiera tocar algo?", le consultaron. "Pues déjeme preguntarle, ya regreso".

El señor, una persona muy sencilla de tez negra, salió de la sala y volvió con su hija. Se trataba de una muchacha de unos quince años de edad, vestida de escolar, morena. Nos saludó, la gente -unas setenta personas-, se volvieron a sentar en sus sillas, y ella sacó y armó su clarinete. Luego dijo con voz muy suave, pero segura, que su padre le había contado que eramos chilenos, y que ella había aprendido un tema de Chabuca Granda, que seguramente lo conocíamos, pues era una artista de nuestro país vecino. Dicho esto, completamente sola, interpretó un tema de unos cuatro a cinco minutos de duración. Tenía una técnica extraordinaria, tocaba con mucha pasión pero en forma prístina, bella. Observé a los trabajadores como seguían en silencio respetuoso a esta interpretación, y la cara de sano orgullo de su padre, un simple inspector de buses. Con Orlando no nos aguantamos la emoción y soltamos varias lágrimas. Fue una maravilla.

Cuando nos retiramos, el chofer del taxi que nos había llevado a la capacitación y que ahora nos conducía al lugar del Encuentro, un muchacho joven de unos 18 años de edad, nos preguntó porqué habíamos llorado, si acaso este tema musical nos traía recuerdos tristes. Yo le intenté explicar que en nuestro país es muy difícil para la hija de un trabajador estudiar música clásica, que los adolescentes pobladores prácticamente no tienen espacio de desarrollo de sus habilidades artísticas, que eso es casi exclusivo de la elite, o para muy pocos afortunados que logran entrar a algunos liceos experimentales artísticos. "Ah, dijo. Si es por eso tendrán que emocionarse a cada rato en Cuba: la secretaria que ustedes conocen del Encuentro es percusionista de jazz; el que nos sirve la comida en el casino es trovador, y yo mismo soy director de coros infantiles".

Con Orlando nos miramos en silencio mientras afuera veíamos el mar del Caribe y nos adentramos a la ciudad nuevamente. ¿Hay democracia en Cuba? Hay que conocer esa sociedad por fuera de la propaganda de lado y lado y sacar las conclusiones cada quien. Pero lo que yo pude ver en ese hospital de provincia y en esa capacitación ni siquiera lo puedo soñar en Chile.

A continuación compato una columna de opinión que escribió hace muy poco un periodista español que pudo estar presente en las Elecciones en La Habana. Aquí su descripción de los hechos.

Slds,
Manuel.
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¿Existe democracia en Cuba?
Crónica electoral desde La Habana
22/10/2007
Pascual Serrano www.pascualserrano.net

El domingo 21 de octubre, lo dediqué a curiosear la jornada electoral en la provincia de Ciudad de La Habana donde se elegían a los representantes municipales. La primera complicación es comprender el sistema electoral para un extranjero, para ello el mejor modo es hacerse la siguiente pregunta: ¿Cuál es el procedimiento para que un ciudadano normal pueda ser representante municipal en Cuba?

Pero antes veamos cuál es ese mismo procedimiento en otro país. En España, por ejemplo, ese ciudadano debe pertenecer a un partido político, la dirección de ese partido político debe considerar adecuado que el ciudadano ocupe un puesto en la candidatura electoral –la mayoría de los partidos no establece mecanismos electorales internos para esa distribución-, el partido político debe recurrir a los métodos habituales de publicidad electoral como impresión de folletos que expliquen el programa y de carteles electorales, pegada y difusión de esa publicidad, etc… Todo ello requiere de un gasto económico que el ciudadano normal y la mayoría de partidos políticos no tienen, tan sólo los partidos ya consagrados que lograron gran representación en elecciones anteriores por las que consiguieron recursos públicos proporcionales a esa representación. Su propuesta también puede ser conocida mediante los medios de comunicación, pero éstos informan de los que quieren, entrevistas a los que ellos deciden y aceptan publicidad sólo de quienes les pagan. Por otro lado, nuestro ciudadano candidato deberá aceptar la disciplina, directrices y programa del partido político que le incorporó a una lista en la medida en que depende de él para ser candidato y a ellos les debe haberlo sido.

A la hora de las elecciones, el votante no puede elegir al ciudadano, debe seleccionar toda la lista de una candidatura con lo que puede estar dando su voto a alguien a quien no quiere al estar acompañando a la persona a quien desea elegir.

Si nuestro ciudadano que deseaba ser representante sale elegido puede que su cargo sea remunerado, en cuyo caso quizás lleguemos a la conclusión de que lo que pretendía era lograr un trabajo asalariado, lo que hace muy dudosa su vocación de servicio público. Si, por el contrario, no cobra nada por su dedicación deberá trabajar una jornada completa en otra profesión para sobrevivir mientras que otros representantes, que sí cobren por su cargo, pueden dedicarle a él muchas más horas de trabajo y, por tanto, presentar ante la población un balance de mayor dedicación.

Ahora veamos cómo es en Cuba. Allí la sociedad se organiza en asambleas o áreas, que son grupos vecinales de en torno a trescientas personas más o menos. Hasta ocho áreas pueden integrar una circunscripción electoral que deberá elegir un delegado o concejal. Los vecinos de las asambleas se reúnen para proponer candidatos electorales de su comunidad. Cualquier persona puede sugerir un nombre y la asamblea selecciona mediante votación al vecino que llevará como candidato para delegado de la circunscripción. Podrá haber, por tanto, hasta ocho candidatos para ser delegado de la circunscripción en caso de que sea un nombre diferente por cada asamblea. No suele ser así porque varias asambleas pueden coincidir en proponer a una misma persona.

El día de las elecciones, todos los votantes de la circunscripción deben elegir a uno de entre los diferentes candidatos, que serán entre dos y ocho. La difusión y conocimiento de la figura de cada candidato es mediante carteles en diferentes lugares concurridos de la comunidad que incluyen foto y breve currículo de todos ellos. En realidad, la mayoría de los votantes ya los conocen porque ya fueron preseleccionados por las asambleas y todos proceden de esa comunidad. No se hace más propaganda que el cartel con foto y currículo donde, como ya hemos dicho, están todos los candidatos.

La inclusión en el censo es automática, los listados se exponen con antelación para que cualquier elector compruebe su presencia, y el voto es voluntario y secreto. La jornada electoral transcurre desde las siete de la mañana a las seis de la tarde, las urnas se sellan al comienzo y son custodiadas por niños, existe un presidente de mesa y vocales pertenecientes al barrio. Los colegios disponen de cabinas o lugares donde se garantiza que el voto sea secreto. Se dispone también una urna portátil para desplazarla a los domicilios de los votantes que puedan estar impedidos físicamente, la lleva algún representante de la mesa acompañado de un niño en edad escolar. Al final de la votación se hace el recuento que es público.

Para ser elegido se deben sacar el cincuenta por cien de los votos más uno, si no fuera así habrá una segunda vuelta entre los dos candidatos más votados. Finalmente se ha de saber que el representante elegido no cobrará sueldo alguno por su labor, seguirá desempeñando el trabajo que tenía y se dedicará a sus responsabilidades públicas en su tiempo libre.

Como de todos es conocido, al sistema cubano se le acusa de no celebrar elecciones o de que éstas no son transparentes ni democráticas. Pero un reportaje de la BBC de ese mismo día sobre las elecciones cubanas informa del caso de un opositor que “se presentó en su barrio como candidato” y afirma textualmente: "obtuve 5 votos en un centenar de personas, el 5% del total".

Ante ese desesperanzador panorama para la oposición, según afirma el reportaje de la BBC, “la mayor parte de los grupos opositores han optado por llamar a la población a anular su voto escribiendo un ‘no’ en la boleta, de tal forma que se pueda contabilizar el apoyo real que tiene la disidencia”. Parece razonable que el modo que podrían tener los ciudadanos para manifestar su rechazo al sistema podría ser no votando puesto que el voto es voluntario. O, en caso de no querer verse identificados como abstencionistas, hacerlo con un voto nulo, el solicitado NO desde Miami. Sin duda, el dato de la abstención o de los nulos nos podría servir bien para poder cuantificar la representación del colectivo crítico con el sistema socialista cubano.

Durante la jornada electoral visité colegios electorales en populares municipios de la provincia de Ciudad de La Habana como Marianao y La Lisa. En ambos los candidatos eran tres, sus nombres estaban incluidos en la papeleta y el votante debía marcar uno de ellos. El cartel con su foto y currículo figuraba en el colegio electoral, pude comprobar que se trataba en la mayoría de casos de trabajadores corrientes que vivían en el barrio, en el caso de Marianao, uno de ellos pertenecía al Partido Comunista de Cuba y los otros dos no.

Para el recuento visité y asistí como testigo en otro colegio electoral, en esta ocasión en el barrio de Vedado, perteneciente al municipio Plaza de la Revolución. Allí el censo era de 359 votantes, de los cuales ejercieron su derecho al voto 327, es decir no votaron por diferentes razones 32 personas.

Los votos se distribuyeron entre 138 para la candidata mujer más apoyada, 97 para el siguiente y 71 para el tercero. Hubo 21 votos anulados, la mayoría porque marcaron a más de un candidato o a ninguno, uno de los votos porque estaba todo tachado y otro más con las letras NO atravesando la papeleta. Pendiente de los datos definitivos de todo el país, mi experiencia es que la distribución de voto del colegio en el que estuve, en especial en lo referente a abstención y nulos, era similar a los de otras convocatorias electorales: más de un noventa por ciento de participación y menos de un tres por ciento de nulos. En cualquier caso, yo fui testigo de que el socialismo cubano tiene oposición dentro del país, lo vi con mis propios ojos, un voto que decía NO como pedían desde Miami, de entre 327.

Y en cuanto a la metodología electoral, no es perfecta, y tampoco podemos pensar que deba ser aplicable en otros países. Lo que es indiscutible es que nadie puede decir que los países capitalistas son más democráticos. Nosotros nos hemos limitado aquí a explicar una jornada electoral en Cuba, que cada uno valore. Y de paso que compare con la abstención en su país.

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