26 junio 2009

Nostalgias por la muerte de Michael J


Es inevitable. ¿Será síntoma de la enajenación, manipulación de la indsutria cultural, que estamos perdidos dentro de la ideología dominante? Puede ser. Pero la noticia de la muerte de Michael Jackson no pasó de largo como otras muertes de famosos. Esas otras muertes como que pasan de largo, no tienen nada que ver contigo. Pero con esta, a pesar de los pesares, afecta. No como la de un familiar o un amigo, claro; pero sí trae un cúmulo de recuerdos en que la música de este artista pop está presente.

Lo recuerdo de muy niño. Estando en el exilio en Hungría, lo veía bailar y cantar por una televisión blanco y negro, como el menor de los Jackson 5. Provisto de una gorra grandota, hacía pasos espectaculares, con mucha energía y entusiasmo. Y era contagioso.

Luego, a principios de los ochenta lo recuerdo cuando salía, junto a mi compadre Mario Ceballos, a la calle como adolescente, haciendo sus pasos al ritmo de una grabadora a cassette, conquistando Av. Grecia, entre Los Presidentes y Juan Moya, bailando "P.Y.T. (Pretty Young Thing)". Esa ocasión fue la primera vez que tomé una cerveza.

Teníamos 13 años, y andabamos cada uno con una lata de Cristal, y un cigarro, que no hayábamos como mantener encendido. Hacía pocos meses había salido el disco Thriller, y junto al regreso de Los Jaivas a Chile, era lo máximo para nosotros, que estudiábamos nuestros primeros años de música en el ISUCH, Instituto Secundario de la Universidad de Chile, y el Conservatorio. Nos poníamos chaquetas, mocasines y calcetines parecidos a los del video. Nos apasionaba Billy Jean, que por donde pasaba, se encendían y apagaban las luces. La guitarra de Eddie Van Halen en "Beat It" era fascinante. En el cine daban E.T., y en "Magnetoscopio musical" veíamos como Michael, vestido como Bernardo O'Higgins, ganaba todas las estatuillas Grammy junto a Quincy Jones.

Al año siguiente entré a las JJCC y ahí se abrió otro mundo. La revista La Bicicleta, Silvio, Pablo, Sui Generis, Yes, King Crimson. Michael Jackson desapareció del horizonte. Había cosas más importantes que atender.

Un par de años después, estaba de nuevo en el exilio. Esta vez en la DDR, la República Democrática Alemana. Ya tenía 16 años. Iba en segundo medio, y en el colegio (Immanuel Kant Erweiterte Oberschule), no había diario mural. En consejo de curso plantié que sería bueno tener uno. ¿Qué les gustaría poner?, le pregunté a mis compañeros, todos de la FDJ, la Juventud Libre Alemana, de camisas azules. "Una foto de Michael Jackson" fue la respuesta mayoritaria. Me conseguí una y la pusimos. No fue muy bien visto por los profesores. Eramos futuros cuadros políticos de la revolución, cómo podíamos gastar tiempo en esas cosas. Para rematarla, pusimos una foto de Alf, un muñeco extraterrestre que era muy divertido, y que mis compañeros veían a escondidas por el canal de la "Alemania mala", el Sat-1.

Curioso. En ese otro contexto, Michael era símbolo de liberación. Imagino que jamás lo supo, y probablemente no le interesara. Pero a mi me bastó para volver a conectarme con su música. Conseguí Bad, el nuevo disco, y fiesta que había, ponía el precioso lento "Man in the mirror", para bailarla con alguna chiquilla.

Cayó el muro a fines de 1989, yo concluía mi Bachillerato en la RDA, y estaba decidido a volver a Chile, a aportar a una salida "democrática y popular". Pero apareció el amor, el de verdad, y conocí a Karen, mi bella bailarina. Nos enrredamos en una fiesta jotosa, en Estocolmo, y nunca más nos hemos separado. Así es que me quedé en Suecia. Luego que nació Camila, nuestra primera hija, programamos celebrar mi cumpleaños en nuestro sencillo departamento que arrendábamos. "¿Qué quieres que te regale?", me preguntó la Chica. Yo no dudé un instante "bailame The Lady in My Life, de Michael Jackson". Este es otro lento hermosísimo, compuesto por Rod Temperton. Es el último tema del disco Thriller.

Karen se preparó una semana e hizo una coreografía bellísima. La bailó frente a toda mi familia que estábamos reunidos en el living. Ha sido uno de los regalos más lindos que he recibido. Ella todavía no estudiaba la carrera de danza, estaba terminando su cuarto medio!!

Alcancé los 20 años y la industria musical había cambiado del vinilo al CD. Todos botaban sus discos y las tiendas de música ya no vendían vinilos. Había una fascinación por los pequeños discos digitales, decían que eran eternos (las huinchas). Como siempre, involuntariamente contra la corriente, yo me resistía a dejar mi tornamesas. De modo que empecé a frecuentar -hasta hoy- las tiendas de discos usados. Y en un rincón de Estocolmo me topé con una maravilla, que fue un verdadero acontecimiento, y que no he soltado nunca más: el vinilo Off The Wall, de Michael Jackson, también producido por Quincy Jones, pero anterior a Thriller. Increíble. Desde el primer tema "Don't Stop 'Til You Get Enough" te dan ganas de salir a la pista de una disco imaginaria y te poner a bailar. Un disco intenso, fresco, lleno de vitalidad, muy afro.

Me enamoré de ese disco. Logró conectarse con una fibra muy íntima mía, que es vivir la vida intensamente, con alegría. Lo que en otro tipo radicalmente de música, Iggy Pop llama "Lust for life". Al abrir la carátula doble de ese disco, ponerlo y escucharlo una y otra vez, me dije, si algún día me caso, me gustaría que se bailara esta música.

Pasaron los años. Regresamos a Chile con Camila de tres añitos. Estudiamos nuestras respectivas carreras. "Thriller" y "Off the Wall" eran compañía permanentes. Con Cami chiquitita me gustaba asustarla poniendo a todo volumen la risa final del tema "Thriller". Y a ella le encabata. Rito que he repetido con mis otras dos lunitas que nacieron después, y que siempre me cobran. Les da como una risa nerviosa, arrancan y luego me piden que la ponga de nuevo.

Ahora ha muerto Michael Jackson. Puede resultar absurdo, pero sentí que una parte de mi historia personal quedaba un poco más sola. Como cuando se corta inesperadamente una película sin llegar al fin. Le tengo aprecio porque sus discos me recuerdan bonitos momentos. Y hay un par de discos de él que de todas maneras me llevaría si tuviera que ir a una isla solitaria.

¿Estaré muy enajenado? ¿No les pasa lo mismo?

Slds, Manuel.