22 junio 2010

(Recuerdos) Saludo de los trabajadores chilenos a José Saramago

El 29 de abril de 2003 el Premio Nobel, José Saramago, visitó Chile. En un encuentro realizado en la Escuela de Artes Escénicas de Universidad La República, Manuel Ahumada Lillo, que preside la Confederación General de Trabajadores, le entregó un afectuoso saludo. Ahora que el Premio Nobel nos ha dejado, con una memoria por sus obras y actos que perdurará por siempre, reproduzco con aprecio la bienvenida de los trabajadores chilenos a este escritor comprometido con la vida digna. Compañero Saramago, bienvenido, no te irás más nunca de nosotros.

UN SALUDO AL PREMIO NOBEL

Buenos días compañero Saramago:

No es por casualidad que inicio así mi saludo. Es la frase de salutación con la que los trabajadores nos saludamos al inicio de una asamblea sindical. También la usan, quienes aspiran a un mundo mejor sin violación a los derechos del hombre. Esos que siguen insistiendo en que lo más importante para una sociedad justa es el hombre y la satisfacción de sus necesidades básicas.

Aquellos que no rendimos las banderas, nos reconocemos por el mundo en los mas variados idiomas, llamándonos compañeros y estrechando con fuerza las manos. Con nuestro saludo hacemos entrega unos a otros de las victorias y las derrotas sufridas en este largo peregrinar. Traspasamos al que nos escucha el mensaje de compromiso permanente en la lucha por los derechos humanos y sociales, la decisión de seguir adelante por la vida sembrando sueños de libertad y dignidad, para todos los hombres y mujeres explotados y violados en sus derechos mas mínimos.

Seguiremos levantando la voz contra la guerra, el hambre, la exclusión y el sectarismo, no descansaremos hasta derrotar en todos los rincones de la tierra la discriminación y el racismo.

Nosotros somos parte de ese Chile hecho desaparecer de las crónicas periodísticas. Somos ese Chile sometido a ignominiosas jornadas de trabajo de 12 y mas horas por día, privados del derecho a cobrar indemnización por todos los años de servicio cuando somos despedidos. Habitantes de un país donde la mujer trabajadora no tiene derecho a sala cuna y a amamantar a sus bebes, a excepción que sean 20 o mas en una empresa.

Aquellos que nos prometieron mejoras cuando se fuera la dictadura, no han cumplido.

Solo han hecho reformas que liberalizan la legislación para beneficio de los patrones. Un trabajador chileno debe esperar meses, e incluso años para que un tribunal determine que se le debe compensar por el despido arbitrario e ilegal.

En pleno siglo XXI constituimos sindicatos a escondidas para que no despidan a los audaces, a los locos que se decidieron a hacer organización.

De este Chile no se habla, y cuando lo mostramos nos acusan de ver solo lo malo, de ser pesimistas, como si estas cosas no bastaran para derrotar a cualquiera, para destruirle al ser humano la fe en que todo puede mejorar. Nos invitan a caminar con mirada de futuro, pero han abierto un precipicio justo delante nuestro.

Cuanta necesidad, cuanta falta hace compañero José, que estas cosas que afectan a los trabajadores en todo el mundo sean difundidas con fuerza. Cuanto necesita el mundo de personas como usted, que digan lo que piensan. Cuantos espacios se hace necesario abrir para que la luz del entendimiento se haga posible.
 
Por eso estamos tan contentos de tenerlo entre nosotros, por eso le decimos con alegría enorme, Bienvenido compañero Saramago.

Manuel Ahumada Lillo
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José Saramago
Ensayo sobre la ceguera (fragmento)
" De la puerta del ala derecha empezaron a llegar voces anunciando que ya no quedaba sitio, que todas las salas estaban llenas, hubo incluso ciegos que fueron empujados de nuevo hacia el zaguán, exactamente en el momento en que, deshecho el tapón humano que hasta entonces atrancaba la entrada principal, los ciegos que todavía estaban fuera, que eran muchos, empezaban a avanzar acogiéndose al techo bajo el cual, a salvo de las amenazas de los soldados, irían a vivir.
El resultado de estos dos desplazamientos, prácticamente simultáneos, fue que se trabó de nuevo la pelea a la entrada del ala izquierda, otra vez golpes, de nuevo gritos, y, como si esto fuese poco, unos cuantos ciegos despistados, que habían encontrado y forzado la puerta del zaguán que daba acceso directo al cercado interior, empezaron a gritar que allí había muertos. Imagínese el pavor. 


Retrocedieron éstos como pudieron, Ahí hay muertos, hay muertos, repetían, como si los llamados a morir de inmediato fuesen ellos, en un segundo el zaguán volvió a ser un remolino furioso como en los peores momentos, después la masa humana se fue desviando en un impulso súbito y desesperado hacia el ala izquierda, llevándose todo por delante, rota ya la línea de defensa de los contagiados, muchos que ya habían dejado de serlo, otros que, corriendo como locos, intentaban escapar de la negra fatalidad.


Corrían en vano. Uno tras otro se fueron todos quedando ciegos, con los ojos de repente ahogados en la hedionda marea blanca que inundaba los corredores, las salas, el espacio entero. Fuera, en el zaguán, en el cercado, se arrastraban los ciegos desamparados, doloridos por los golpes unos, pisoteados otros, eran sobre todo los ancianos, las mujeres y los niños de siempre, seres en general aún o ya con pocas defensas, milagro que no resultaran de este trance muchos más muertos por enterrar.
"

 
Más info:  
- Sitio oficial de José Saramago
- José Saramago según Wikipedia
- Videos sobre y con José Saramago

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