01 septiembre 2012

Que despierte la belleza

"Sol ardiente de Junio" - Lord Frederic Leighton - 1895 - Museo de Arte de Ponce (Puerto Rico)

En los primeros años del siglo XX el compositor inglés Ralph Vaughan Williams (1872-1958) escribe el ciclo de nueve canciones “Songs of Travel” (Canciones de Viaje), si bien la última de ellas, "I Have Trod the Upward and the Downward Slope", fue publicada y añadida al ciclo en 1960, tras la muerte del compositor, cuando la viuda de éste encontró el manuscrito entre los papeles de su esposo.


Los textos están tomados de una serie de poemas escogidos de la colección del mismo título escrita por Robert Louis Stevenson (1850-1894) y publicada poco tiempo después del fallecimiento en Samoa de éste. Que Vaughan Williams decidiese mantener para su ciclo el mismo nombre del de la obra de Stevenson y que el primero de los poemas, “The Vagabond” fuese el que abriese también dicho ciclo, se atribuye a la popularidad que gozaba la obra del escritor escocés por entonces, mientras que Vaughan Williams era todavía un compositor poco conocido, por lo que probablemente quisiese aprovechar el tirón que pudiera proporcionarle la fama de Stevenson.


Sea como fuere, lo cierto es que las canciones de Vaughan Williams obtuvieron un importante éxito y le otorgaron gran reputación ante la crítica y entre sus colegas. Así, por ejemplo, otro compositor ingles, Sir Arthur Bliss, del que ya he hablado también en alguna ocasión, cuenta en su autobiografía que, en la época en que estudiaba música en Cambridge, el ciclo “Songs of Travel” estaba presente en todos los pianos y el nombre de Vaughan Williams era “mágico” y objeto casi de “idolatría” como declaró el tenor Steuart Wilson.

Algunos han comparado este ciclo con el “Winterreise” de Schubert. Es verdad que Vaughan Williams era un gran admirador de la obra liederistica del compositor vienés y que en ambos ciclos la figura del caminante nos introduce en un recorrido vital descrito a través de la música y la poesía de sus canciones, pero más que la calidad intrínseca de “Songs of Travel”, donde todavía no aparece el Vaughan Williams más personal, maduro y deslumbrante, la importancia del ciclo radica en la consolidación de un género de canción puramente inglesa que hasta entonces prácticamente no era relevante.

El viaje reflejado en el ciclo es la propia trayectoria de la existencia humana, vinculada a la naturaleza y a la búsqueda de la belleza a lo largo de la misma. Yo quería traer hoy al blog precisamente la segunda de las canciones de “Songs of Travel”, “Let Beauty awake” (Que despierte la belleza), sin duda una de las composiciones de tono más romántico y de mayor intensidad lírica de todo el ciclo, y probablemente la más conocida. Fue compuesta originariamente para barítono y piano, aunque posteriormente se adaptaron versiones orquestales, así como una versión para tenor.

La canción es todo un canto a la esperanza, al optimismo, a la búsqueda de la belleza a lo largo de cada una de las fases de la vida y la necesidad de conseguir al final de la misma poder estar en paz con uno mismo y los demás. Ojalá fuéramos capaces en estos momentos tan complicados que vivimos, de lograr que despertase la belleza allí donde parece imposible.


La versión que he escogido de "Let Beauty Awake" es la que grabó al comienzo de su carrera el barítono galés Bryn Terfel dentro de un álbum titulado precisamente como la primera de las canciones de "Songs of Travel", "The Vagabond", donde, además del ciclo completo compuesto por Vaughan Williams, se incluyen temas de Butterworth, Finzi o Ireland. Está acompañado al piano por el magnífico Malcolm Martineau:
Let Beauty awake

Let Beauty awake in the morn from beautiful dreams,
Beauty awake from rest!
Let Beauty awake For Beauty’s sake
In the hour when the birds awake in the brake
And the stars are bright in the west!
Let Beauty awake in the eve from the slumber of day,
Awake in the crimson eve!
In the day’s dusk end when the shades ascend,
Let her wake to the kiss of a tender friend,
To render again and receive!
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¡Que despierte la belleza
en la mañana de sus bellos sueños!
¡Que despierte de su descanso, que despierte la belleza
en la hora en que los pájaros despiertan en el zarzal
y las estrellas brillan en el oeste!
¡Que despierte la belleza de la pereza del día,
que despierte en el rojizo atardecer!
¡Cuando llega el crepúsculo y las sombras ascienden,
que despierte al beso de un tierno amigo
para de nuevo hacerlo y recibir!


Entre amigos

Sé que hay a quienes no les parecerá, pero ésta foto a mi me gusta mucho y es un hallazgo: Un joven guerrillero Fidel compartiendo alegre con Malcolm X.

Y me recordó el hermoso escrito "Entre amigos" de Nietzsche:

"Es bello callar juntos, pero más bello aun reír juntos
bajo el manto sedoso del cielo,
apoyados en el musgo de un haya,
reír entre amigos,
con cordiales carcajadas que dejen ver los blancos dientes.
Si obré bien, nos callaremos;
si obré mal nos reiremos, hasta que bajemos a la tumba. 
Sí, amigos, ¿irá a ocurrir así? ¡Amén y hasta la vista!

¡Sí, amigos! ¿Irá a ocurrir así?
¡Amén y hasta la vista!
¡No hay excusas! ¡No hay perdón!
¡Oh, jóvenes alegres, otorgad libremente,
a este libro de sinrazón
oído, corazón y albergue! ¡Creedme, amigos míos, no fue una maldición
la causa de mi sinrazón!

Lo que yo encuentro, lo que yo busco ¿se halló alguna vez en libro alguno?
¡Honrad en mí a la estirpe de los locos!
¡Aprended de este libro loco
cómo la razón vuelve «a la razón»!

¿Así, amigos míos, irá a ocurrir así?
¡Amén y hasta la vista!"

30 agosto 2012

Día del Detenido Desaparecido: "No te preocupes papá, no necesito mis cuadernos. La lección ya está aprendida"

“Herido de bala, con la vista vendada, las manos esposadas a la espalda y la angustia dentro, me ordenaron bajar. Después del camino de tierra, el vehículo ingresó a un lugar campestre, traspasando un gran portón de fierro, arrastrándome retrocedí. El roce del cuerpo por el piso ahondó el dolor. Dificultosamente me paré. Giraba todo alrededor. Sentí que estaba en medio de un remolino que me volteaba. Las piernas eran de plomo. Parado en ese lugar, a oscuras y maniatado, la soledad comenzó a hacerse patente.

“'Camina, huevón’. Avancé a ciegas y caí desvanecido. Recobré los sentidos. Me pararon y empujaron. Di algunos pasos, me sostenían por los brazos. ‘Entra’. Caminé y la cabeza se estrelló contra un muro. El dolor fue intenso. ‘Tenís que agacharte, tonto huevón’. Lo hice. Había olor a limpio. Captaba espacios amplios. Seguimos avanzando. Trastabillaba, tropezaba, caía.

“Cada golpe provocaba la hilaridad de los verdugos. ‘Baja’. Calculé una escala y el paso para un escalón. Estrepitosamente caí. El cemento de la escala golpeó mi cuerpo. Por fortuna era corta. Entramos en una sala como gimnasio. Las voces retumbaban. Existía agitación, movimiento, varios hombres y mujeres hablaban. Una radio sintonizada tocaba fuerte. Era música de supermercados, como llamaba a esas melodías un amigo. Entre disco y disco, daba mensajes de la Junta invitando a incorporarse a la reconstrucción nacional. Me sentí torpe y voluminoso.

“Esperaba. Nadie decía nada. Parecía que se habían olvidado de mí. Pasaron los minutos; la debilidad aumentaba. La boca la sentía enorme y áspera. Quería dejarme caer. No lo hice. Fueron momentos de duda, pensaba: si hago tal cosa puede resultar esto o aquello. La expectativa era dramática. Como en diferentes ocasiones anhelé abrir los ojos y encontrarme en otro lugar.

“Aguardé el golpe que podía venir. ‘Sáquenle la ropa’. Abrieron las esposas, me sobé las muñecas. Me empezaron a sacar la ropa. Seguí con la vista vendada. Fui empujado hasta el borde de una tarima, camastro liso o mesa. ‘Súbete’. Con trabajo lo hice. Quedé tendido de espalda. Desnudo, con los ojos vendados, acostado sobre una cubierta fría y dura -como de latón o baldosas- terriblemente dolido, mi angustia se desbordó. A pesar de mi oposición, las lágrimas rodaban por las mejillas. El cuerpo brincaba, me estremecía.

“Recordé el bolsón escolar de mi hijo. Debían estar examinándolo, abriendo sus forros y tapas. En la orfandad renació la ira. Balbuceé las primeras palabras después de la agresión: ‘Ahí tienen lo que buscan, los cuadernos de mi hijo les van a servir harto’. Un golpe de puño, seco, recibí en la herida. ‘Cuenta ahora, concha de tu madre’. Grité de dolor. Mordiendo las palabras contesté preguntando. ‘¿Qué quieren que les cuente?’. ‘Todo pu’s huevón’. ‘No tengo nada que contar’. Esperé otro golpe. Llegó y fue más violento. Del pelo a los pies me sobrecogió el dolor. La herida manaba más sangre.

“‘Vos creí que somos aprendices, hijo de puta, si te buscamos fue por algo. Si querí tirarte a choro te vai cortado. Por lo demás, ya estái harto cagao’. Otra vez me dejaron. Algunos se alejaron y a otros los supuse al lado. Reían, bebían café, hablaban de la OEA mofándose de las discusiones sobre los derechos humanos. ‘Eso es puro hueveo, igual hacemos lo que queremos…’”.

Hasta ahí el relato de un joven profesor normalista que fue secuestrado por agentes del Estado, cuando de la mano de su esposa embarazada iba a recoger a su hijo de seis años para llevarlo al colegio en 1976. El testimonio es sólo un fragmento de la pesadilla que vivieron miles de personas que, en virtud de su compromiso con llevar a la práctica cambios sociales que beneficiaran a las clases trabajadoras, fueron convertidos en detenidos desaparecidos en Brasil, Chile, Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia. Pues más allá de lo que puedan decir las retóricas que semantizan los golpes militares como “descarríos de la historia”, lo cierto es que las torturas, ejecuciones y desaparición forzada de personas fue el modo racionalmente planificado en que las Fuerzas Armadas y de Orden, impulsadas por sectores de las clases pudientes y el Gobierno estadounidense, pusieron violentamente fin a proyectos de sociedad de contenido democrático populares.

Por ello a nadie debiera extrañar que quienes engrosan las listas de las víctimas de las dictaduras sean obreros, campesinos, indígenas, empleados, profesionales, pequeños y medianos empresarios, mujeres y jóvenes, que son los sectores sociales eternamente postergados por las políticas de modernización capitalista en América Latina.

No hay forma de devolverlos a la vida, pero en un acto de mínima justicia, cada 30 de agosto contamos con el Día Nacional del Detenido Desaparecido, en que el país oficialmente recordará lo que son capaces de hacer nuestras Fuerzas Armadas y de Orden cuando son socializadas en las lógicas del enemigo interno, la intolerancia y el clasismo. Recordaremos además los límites que debemos poner ante la injerencia extranjera cada vez que se vea afectado nuestro derecho a la autodeterminación. Pero, lo más importante, contamos con un día en que, apoyados sobre el firme soporte que nos brinda la memoria colectiva, reafirmaremos el compromiso con la causa de la democracia y la justicia social, forma en que estoy seguro quisiera ser recordado aquel joven profesor que no pudo entregarme el bolsón escolar esa mañana de 1976.

No te preocupes papá, no necesito mis cuadernos. La lección ya está aprendida.