07 diciembre 2012

Concepciones de la política: Síntesis de diálogo que tuve con Pedro Sabat en mi despedida al Concejo Municipal de Ñuñoa

En mi última sesión de Concejo, en Hora de Incidentes hice mi despedida y evaluación de lo que fueron los 4 años que intenté, desde una propuesta colectiva, desarrollar una "Concejalía Participativa"(esto es, que como Concejal siempre fuera, en todo lo posible, mandatado por alguna
organización social en forma vinculante, en el complejo escenario de limitación legal que implica la actual Ley Orgánica de Municipalidades, donde la participación social es nula), y el trabajo de oposición a la gestión sabatista, desde la opción de generar y participar con la ciudadanía activa organizada en los territorios (que se evidenció en declaratoria de zonas típicas por parte de la propia comunidad; movimiento estudiantil y de profesores; carnavales barriales, etc.).

En esta relación de los cuatro años de Concejal, también hice mi autocrítica, sobre las situaciones en que considero que no estuve a la altura del desafío de vincular, siempre!, lo que llevara a Concejo con diálogo previo y oportuno (y vinculante!) con organizaciones sociales que se vieran afectadas por mis propias decisiones. Cité casos en que no logré cumplir esta norma autoimpuesta por mi mismo, y por el proyecto político de Concejalía Participativa -inédito- al que apostamos.

Como parte de mi análisis retrospectivo, en esta última palabra que quedaría registrada en el Acta del Concejo Municipal, di también la explicación, en parte, de porqué decidí no repostular, y apoyar a que una nueva persona, como la dirigenta del comunal Ñuñoa del Colegio de Profesores, Alejandra Placencia, entre al Concejo a continuar esta labor, y proyectar -ojalá!- mucho más allá de lo que yo, y mis amigos de viaje, logramos con nuestro mejor esfuerzo, de modo que la victoria sobre Sabat, en cuatro años más, sea inapelable, y no puesta en riesgo por un par de decenas de votos. Y ese camino, sigo creyendo en él, no es otro que seguir tejiendo ciudadanía activa y práctica autogestionada de los vecinos, en forma soberana en sus territorios (lo que alguna vez se llamó "poder popular" o "democracia directa"). Creo que Ñuñoa le pertenece a quienes la habitan y hay un enorme espacio en que no se requiere delegación a un poder externo (municipal, regional y estatal) para hacerse cargo de la administración de la vida propia común. En la medida en que este poder comunal, real no nominal, avance, no hay abogado que pueda trastocar un triunfo en una derrota. (Como se verá, ésta es una apuesta distinta a la de otras ofertas políticas). Siempre aposté por una oposición constructiva, no en el sentido de la política de los acuerdos con la administración Sabat, sino en la construcción de autogestión comunal, generando organizaciones democráticas sólidas en los territorios.

Planteé que en este proyecto si entiende como colectivo, lo colectivo es fundamental. Y si se asume esto en forma radical, es decir "en serio", implica que "todos/as somos necesarios, pero ninguno es imprescindible". Y eso también vale parar mí: Hice mi mejor esfuerzo, di lo que pude. Insistir cuatro años más dando lo que no puedo, no solo implica un daño propio -fundamentalmente familiar, por el abandono creciente a mis lunitas y compañera, por una cuestión de tiempo ausente, pero también de vivir con la mente puesta en Sabat y todo lo que ello implica-, sino también implica un daño a ese proyecto colectivo de Concejalía Participativa. Creo -y esto no es retórica, y espero haber dado pruebas de ello- en los liderazgos compartidos y rotativos. Creo que somos/as muchos/as quienes estamos preparados/as para asumir tareas de Concejalía, sobre todo si ésta emerge como parte de un proyecto colectivo que la orienta, contiene, alimenta.

E hice una reflexión sobre otra idea en la que creo, y que no es fácil de aplicar: Soy un convencido que estos nuevos tiempos -y el tiempo somos nosotros mismos, y de nosotros depende que sean nuevos o no-, debemos hacer el esfuerzo (o el regalo) de abandonar una concepción y práctica política de tipo "sacrificial". Creo en una política del encuentro, no del esquema "patria o muerte", que sea entendido como estar dispuesto a morir por una causa y a matar por ella. Ese sacrificio tiene consecuencias fuertes en el tiempo: ausencia para los hijos, para la familia, para los amigos, para uno mismo, para muchos/as, falta de realización integral de la vida propia, y de quienes dependen de uno, en diversos planos. Permanecer atado a una actividad como sacrificio, sin poner en la balanza al proyecto colectivo y al propio en forma simultánea; mantenerse en una actividad que ya te hace daño, es una forma de martirio que creo no corresponde a nuestros tiempos. No es necesario, ni prudente, ni genoroso. Para mi, quienes lo postulan, siempre lo hacen hacia el sacrificio que otros deben hacer, pero nunca ellos mismos.

No creo en la política sacrificial, sino en la del goce, del construir alegre, de la creatividad, con toda la conflictividad y lucha que esto también genera cuando hay que construir a pesar de las resistencias que pone tu oponente (en este caso con toda una maquinaria gigante a su favor). Para mi estos cuatro años, con lo difíciles que han sido, fueron gozosos en muchos aspectos, pero cuando ya noto que le hace mal a mi familia, hay que algo que no está bien, y hay que parar. Porque nada vale la pena: no más sufrimientos y dolores, menos los autoimpuestos. De modo que doy un paso a un lado de la Concejalía, para desarrollar otros aspectos que he tenido pospuestos, entre ellos mi propio entorno próximo del cual soy responsable y al cual amo, y seguiré aportando desde otra línea. Y doy el pase para que alguien tome este lugar, y seguimos en forma colectiva. Pero no más política sacrificial ni mártires.

Ante estas declaraciones mías, Sabat tomó la palabra e hizo sus descargos respecto de las críticas que se le habían formulado. No asumió mucho como tema propio, sino que culpó a la concejala Claudia Vera (RN), de "haberse pasado al otro lado" y haber generado oposición con nosotros. La acusó de traidora, entre otros epítetos. A mi me reconoció tener afecto, respetar mi consecuencia -aunque fuera desde la vereda opuesta-, e hizo una interpretación de mis pensamientos, del siguiente modo: "Es posible que a tu generación Manuel le falta épica. Por yo estoy dispuesto a dar la vida por mi patria y por Ñuñoa. He perdido a mi familia, no veo a mis padres, perdí mi estómago, lo paso pésimo. Pero seguiré, porque creo que el servicio público es un apostolado. Llevo 30 años en la Municipalidad de Ñuñoa y seguiré todo lo que sea necesario". Y luego siguió atacando a Claudia Vera, en una dinámica de conflictos internos que tienen en RN.

A mi me parecen muy importantes sus dichos, creo que retratan muy bien exactamente lo que creo debe ser superado en la concepción y práctica política (y no quiero decir con ello que yo soy poseedor de la verdad revelada): Me parece un error considerar la actividad política, y para qué decir el mantenerse en cargos, como un "apostolado". Creo que se requiere secularizar esta concepción, desmitificarla, la encuentro dañina: Si asumo mi práctica e ideario político como evangelizador, ya estoy asumiendo que me paro en la verdad que debe triunfar a como de lugar, y que todo quien se aparte de mí y de mis puntos de vista, no solo me "traiciona" y es "desleal" a mi como persona, sino que está en un error del cual debe ser "salvado". De político me convierto en Mesías, y todo será justificado para la puesta en orden del cumplimiento de "mi" plan como el "elegido".

No estoy de acuerdo. La política no es un apostolado, es una práctica del encuentro en la pluralidad, es trabajar con ella, desde los límites propios, no desde la autoafirmación e imposición de mi punto de vista e intereses. No estoy de acuerdo tampoco que en democracia, por muy limitada y formal que ésta resulte en muchísimos aspectos, deba "sacrificar" a mis cercanos, la salud, la amistad, etc., por permanecer en un cargo. No me parece que sea una actitud racional. En el fondo creo que late un narcisismo que se viste de apostolado, pero es una soberbia que no es cooperativa, no genera apertura, sino cierra, concentra, monopoliza la verdad y no distribuye el poder. No deja que la vida comunitaria fluya y que pueda tener distintos canales de expresión y distintos modos de ser.

Espero algún día tener más tiempo para hablar y escribir sobre estas cosas. 

Y valiéndome de este escrito de despedida intempestivo, aprovecho de agradecer a todos/as quienes me acompañaron estos cuatro años. Fueron lo más importante.

Gracias por todo este tiempo, gracias por toda la entrega, por el cariño, las ideas y los esfuerzos, la generosidad gratuita, el empeño y la apuesta.
Gracias por creer en este proyecto, que en algún momento decidimos llamar "Concejalía Participativa".
Gracias por todos los instantes dedicados, por el respaldo, la advertencia, la compañía y hospitalidad, la exigencia, el haberse hecho parte.

Gracias por haber creído en mi, en forma individual y colectiva.
Gracias por estos amores en plena guerra frontal y por la palabra atenta en el desierto de la soledad.
Gracias por la amistad cívica que cultivamos. Gracias por la paciencia, la comprensión, el perdón y la confianza.

Agradezco a quienes estuvieron desde un principio, a quienes se mantuvieron, a los que se descolgaron, a los que debían haber estado desde antes y se sumaron al final. A los cientos de pequeños y grandes esfuerzos.

Agradezco en primerísimo lugar al colectivo Barrio Ñuñoa. A Kattia, compañera de lucha que me ayudó como primera asistente en el Concejo, y a Mariángel, amiga quien lo hizo hasta la entrega misma de la oficina ayer. Gracias a mi luna mayor, Karen, y a mis lunitas bellas, a quienes retorno feliz y entero.

Gracias a quienes votaron en su momento por esta opción. Gracias a los/as vecinos/as y organizaciones de Ñuñoa que se dieron el tiempo para interactuar.

Gracias a todos/as quienes ayudaron a atizar este fuego que enciende otros fuegos.

Seguimos tras esa Ñuñoa que se viene. Demora un poco, pero la puerta ya está abierta.

Abrazos, Manuel.